Sobre el Sínodo de la sinodalidad
Sirvan estos apuntes como mi participación en el debate del Foro G.G.L. sobre el tema del Sínodo. Este tema lo trato
también, aunque algo de refilón, en el artículo: 20 Siglos de clericalismo, recientemente publicado en nuestra página
web, en la dirección:
http://188.171.161.205/~faustino/foroggl/articulos/20%20siglos%20de%20clericalismo
Ese texto se centra, concretamente, en el asunto del clericalismo, de la deriva jerárquica de la institución eclesial,
pero en la Iglesia hay también otros asuntos que merecen atención y corrección, por ejemplo, el dogmatismo, la
deriva dogmática, que tiene también casi 18 siglos de antigüedad y que la Iglesia no sabe cómo abordar y parece que
ni se da cuenta de que tiene que abordarlo.
En lo que se refiere al clericalismo hay que reconocer, sin embargo, que sí hay conciencia del problema en la Iglesia
como lo demuestra el hecho de que en el documento de trabajo de la etapa continental del Sínodo hay bastantes
referencias al mismo. Pero se está dando un fenómeno curioso: si por una parte se denuncia el problema y se
evidencia voluntad de resolverlo, por otra parte se proponen soluciones que no contribuyen en absoluto a esa
finalidad. Vamos a aclarar esto: en el citado documento sinodal abundan también las peticiones a favor de la
ordenación sacerdotal de las mujeres y la supresión del celibato sacerdotal, que significa pedir también la ordenación
de personas casadas de ambos sexos. Pues bien, parece que no nos damos cuenta de que pedir eso es precisamente
rendir homenaje al sacerdocio ordenado, al concepto mismo de ordenación sacerdotal. Y precisamente ese concepto
es la base sobre la que se sustenta el clericalismo; existe clericalismo porque hay clérigos, y la tendencia inexorable
de la clerecía es constituirse en jerarquía dominante y privilegiada. La alternativa a ese esquema organizativo es que
la comunidad, como tal, sea consciente de su existencia y sus derechos, y no delegue ninguna función, pues puede
realizarlas todas por sí misma. Por su propia naturaleza, el sacerdocio ordenado es el enemigo natural del sentimiento
y consciencia comunitarios. La existencia de un párroco, capellán, o lo que sea, al frente de una comunidad cristiana,
anula y sofoca el carácter comunitario del grupo, y esto ocurre aunque no sea esa la voluntad del clérigo ni lo
perciban los miembros del colectivo.
Donde más se nota eso es en la celebración del culto, especialmente en la eucaristía. El culto, como tal, parece no
tener más finalidad que la de resaltar y enfatizar la función sacerdotal, clerical. Se suele definir a la religión como la
relación del hombre con Dios, pues bien, ni Dios ni el hombre necesitan cultos litúrgicos para relacionarse. El
Evangelio presenta abundantes enseñanzas de Jesús indicando que Dios quiere otro tipo de relación con el hombre,
una relación que pasa precisamente por la relación de los humanos entre sí: …“misericordia quiero y no
sacrificios”…, …”deja la ofrenda sobre el altar y ve a reconciliarte primero con tu hermano”…, …”deja que
los muertos entierren a los muertos y tú ven a luchar por el Reino de Dios”…, …”se puede orar a Dios en
cualquier lugar haciéndolo en espíritu y verdad”…, …”se hizo el sábado para el hombre y no el hombre para
el sábado”… Jesús valoraba más positivamente la acción caritativa del buen samaritano que el celo cultual del
sacerdote y levita que acudían al Templo. Seguramente se podrían mostrar más ejemplos de esto. El tipo de
religiosidad que Jesús promocionaba no es el que se está concretando en el culto religioso cristiano. Jesús instituyó la
Eucaristía pero no le dio el carácter cultual, litúrgico, ritual… que está teniendo en las nuestras misas. Hay que tener
mucha imaginación para ver alguna relación o parecido entre la misa y la Cena del Señor. No es sólo que haya
perdido el carácter y forma de ágape que inicialmente tenía esta celebración, es que además perdió también la función
o finalidad para la que fue concebida. Cuando Jesús pedía a sus seguidores hacer aquello muchas veces en recuerdo
suyo estaba instituyendo un marco de celebración comunitaria que sirviera para recordar su mensaje, su enseñanza,
su proyecto, la tarea a la que convoca a sus seguidores, pues cuando se pide seguimiento es para hacer algo. Pues
bien, ese algo para lo que Jesús convoca o moviliza a sus seguidores está siendo aparcado en la Iglesia desde hace
muchos siglos, y se están utilizando las misas y el culto en general para fomentar ese alejamiento de los fieles de la
tarea para la que Jesús nos convoca.
Esta es la principal carencia que encuentro en lo que están siendo las preocupaciones del Sínodo. El Sínodo no está
abordando lo esencial. Trata de muchos problemas que requieren solución en la Iglesia, pero son problemas de la
Iglesia como organización, son cosas que le ocurren a ella misma. Pero no aborda lo esencial, el estudio de si la
Iglesia, como organización, está realizando la función o tarea para la que, en teoría, fue creada. Este asunto lo trato en
el texto que voy a incluir a continuación. Nos puede servir para este debate pero aunque tiene forma de artículo no
puede ser publicado de momento pues se trata de un borrador de editorial que REDES CRISTIANAS me pidió para
su publicación en su página web. Si no se llegara publicar como tal, podría ser publicado con mi nombre, pero si se
publica como editorial de REDES, con o sin alguna modificación, entonces podría ser publicado, pero sin mi firma.
Este es el texto en cuestión: